Un vistazo a la osadía
Cosas que joden al verlas publicadas
Recientemente le pregunté a un niño de nueve años que si al igual que su hermano de unos 11 o 12 años, él quería de regalo de cumpleaños una cuenta de Facebook, su reacción fue de repudio inmediato.
Después del gigantesco bostezo que supongo tragó gran cantidad de los mosquitos que siempre se cuelan en mi cuarto, esforcé todo mi cuerpo a que diera los primeros pasos antes de sacarme con mis dedos la típica comisura que cada mañana adorna mis ojos, para llegar hasta el lava-manos multiusos que tiene junto a él un espejo que se comporta de forma honesta conmigo. No sé por qué lo mantengo tan radiante y limpio todo el tiempo, debería dejar que se ensucie. Luego de la segunda ronda de pasos que conduce a ojo cerrado al área de la cocina donde ubica la Diosa de mi casa; mi cafetera, preparé ese cafecito que me despierta del todo cuando me manda al inodoro. Allí hago de todo: planifico, medito, rezo, etcétera. Ya con ánimo, agarro mi celular y comienzo a enterarme de cada una de las notificaciones que dibuja ese aparato mágico. Una vez enterado de gran cantidad de asuntos, tengo que jugar al ejercicio mental de ignorar algunas cosas.
Fue justo después de la instancia en el inodoro que me senté en la silla de mi escritorio y noté que hay gente suficientemente espléndida con la que debería uno encontrarse hasta de casualidad, allí también me convencí de que hay personas que simplemente no deberían tener redes sociales, como mínimo tomar un curso. Aunque sea online, pero estudiar cómo hacer uso debido de las redes sociales para evitar verse tonto y provocar que cualquiera que respire le borre de sus páginas. Puede que alguien pueda cohibirse de borrarle, pero juraría que hacerlo es como arrancarte al mismísimo Excálibur desde tus entrañas. Siempre disfruto presionar noticias que me lleven a enlaces interesantes que me enteren de algo que jamás se me olvidará debido al grado de información que contiene y que es fundamental para sentirme cautivado. Pero, qué mucho parloteo lee uno de vidas ajenas con las que ni siquiera se llega a sentir apego. Tremendo el hecho de que tu vida sea color rosa pastel, buenas vibras y todo, pero hace desencajar cualquier cincel1 de doble bisel2. Y hacerlo al instante. ¿Cuán necesario es presumir de lo que uno tiene? Si lo tienes –para bien o mal- alégrate y disfruta el momento porque existe por desgracia gente que hace mucho tiempo no conoce lo que es sentirse dichoso. La falta de reconocimiento es una costumbre que se puede manejar adaptando otros estilos. Ser insensato por ejemplo. Pero sin rayar en lo desatinado. Sino que en buen juicio, deleitarse sin aludir el apetito ajeno. A veces soy de los que no se atreve decirle a esa gente lo mal que se ve en ese periódico personal llamado ¨Red social¨ pero no me lavo las manos y me olvido del asunto fácilmente. Al menos me atrevo escribir esto para quien se sienta identificado pueda al menos perfeccionar su imagen o estilo de vida virtual que otros aborrecen hasta el sudor. A mí me encanta ver que la gente está feliz, que salen y se divierten, pero me gusta más cuando me transmiten sentido de admiración. En fin, es su plataforma y al final de cuentas un agudo rugido me leerá y se dirá ¨y qué cojones te importa a ti lo que los demás hagan con sus redes¨. Lo siento en mi oreja, escucho el chillido incluso en este momento que aún redacto y nadie ha leído. Qué estupor tan ordinario.
Si no tiene redes sociales póngase en mi lugar e imagine ver cada espectacularidad de vida traducida en una imagen que acompaña una frase cargada de pensamientos robados que serviría para cualquier guión de novela mejicana. Aniquilante, por no decir devastador porque ya parece que Molusco ha patentizado esa palabra. Siento un poco de necedad al escribir sobre esto ¡pero es que nadie lo hace!
Me canso de ver tanta gente auto alabarse de una forma tan patética que en vez de contagiarme con su autoestima, me irritan a cualquier hora. Recientemente le pregunté a un niño de nueve años que si al igual que su hermano de unos 11 o 12 años, él quería de regalo de cumpleaños una cuenta de Facebook, su reacción fue de repudio inmediato. ¨Para qué tengo que contar mi vida en Internet¨, me respondió con reacción de incompatibilidad no negociable. Así que yo, mejor cuido lo que posteo, no vaya ser que caiga en la boca de ese niño y me traumatice de por vida. Afirman que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
1- Herramienta con boca acerada y recta de doble bisel que se usa para labrar.
2- Borde, oblicuo, filo, ángulo.
Y bueno pues que le invito a que comparta esta columna. A lo mejor alguien de su lista de amigos merece leerla.