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Breve fiesta con Siri y UBER


Cosas que pasan poquito antes de los 30

Era jueves en la noche y, yo andaba lindísimo por una acera pegada a un parque repleto de árboles grandes. Como no salí a tiempo, avanzaba rápidamente por aquella área desolada. Estaba preparado para luchar contra cualquier persona que pudiera salir de entre medio de aquellos abundantes árboles negros de sombras traicioneras. Iba lindo porque llevaba puesta mi chaqueta favorita y debajo de ella, una camisa del color que según yo, es el que más me luce. De todas formas, y aunque también llevaba zapatos nuevos, seguía con un miedo fastidioso. El tiempo pasaba lento y yo comenzaba a sudar sin tener conmigo un pañuelo, me cagué en la madre, no sé en la de quién pero lo hice y, lo hice con coraje. De momento, comenzó una fuerte ventolera como si el clima me dijera: para que no sudes y tampoco te cagues en la madre de nadie. De un instante a otro, iba un chico de cabello largo corriendo como un loco que pretende salvarse de un Apocalipsis y sobrevivirlo de manera elegante, con todo y chaqueta, aunque llevara el pelo embarrado ya que también lloviznó mientras corría para llegar al destino. Todo por no pagar estacionamiento.

Al cabo de un par de minutos, ya lucía renovado y listo para conquistar lo que se me antojara, esa noche tenía expectativas y las tenía porque me las merecía, por eso, lo primero que hice fue llegar a la barra. Estando allí, me colé dando abrazos y besos a gente que ni si quiera conocía, lo que quería era mi trago. Ya con el trago bajo mi poder, me desenvolví de lo más bien con la gente que había por todo aquello y, comencé a tirar el ojo por todo el recinto para ver si había un conocido cerca. Miré, miré y miré pero más allá de reconocer gente porque los tengo en alguna red social, no conocía a nadie. Mientras eso sucedía, una voz siniestra se escuchó desde un micrófono, la música tipo Beach Bar dejó de escucharse y la voz dijo: ¨ya pueden ir pasando al salón porque la subasta comenzará, de no tener efectivo ni cheque, puede realizar su generosa aportación por el servicio de ATH Móvil...¨, me quedé como frenando en patines por una cuesta, se me cerraron todos los agujeros de mi cuerpo. ¡TODOS! Como si la carrera en solitario acompañada de una fuerte ventolera y lluvia fría no hubiera sido suficiente, ahora estaba tomando un licor auspiciado por no sé quién entremedio de un gentío que llevaba los bolsillos y carteras llenos de pasta para ayudar a una institución. Mientras yo, solo llevaba mi celular y una peseta que probablemente llevaba meses metida en aquél pantalón.

Qué fuerte, quería salir corriendo de allí, pero como ya había corrido mucho, hice que me llamaron por el celular y llegué hasta la puerta de cristal que me enseñaba el diluvio que caía afuera de ella. Me pasmé, abrí los ojos enormemente y me volví a cagar en la madre, o sea, en la madre en general, en la de todo el mundo. Me tomé el trago como si se fuera a acabar el mundo y, volví a pasmarme cuando de momento la chica de voz técnica que habla desde mi celular y que me han dicho se llama Siri, me dijo What can I help you with, y es que como simulaba que hablaba con alguien, Siri gritó cuando presioné con mi oreja por mucho tiempo el botón que la activa. En ese momento sentí que bajaba la misma cuesta en patines y que los patines eran dos tamaños más pequeños que mi pie. Me disgusté conmigo mismo, y entre dientes volví a cagarme, pero esta vez me cagué en el padre. No aguanté mucho, activé a UBER y esperé bien entrompado que me recogieran de allí. En el trayecto, noté que el evento al que yo asistiría, era la próxima semana, y lo que había esa noche era una actividad benéfica.

Mientras tanto, aún puedo sentir impregnado el perfume Carolina Herrera de la chofer de aspecto varonil en mi chaqueta favorita. Ella fue muy divertida.

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