Auto -que más- estima
Sin contar las veces que engaño al entrenador personal que no tengo, diciéndole que no comí postre en todo el fin de semana, debo admitir que la forma más ingrata de engañarme o de engañar a otra persona, es escribiendo chulerías sobre alguien para hacer que quien me lee se sienta bien. Es algo que no me queda, ni siquiera en presencia puedo pretender ser buena persona sin denotar pizca de tiranía. ¨Eres chévere pero no sirves¨, así me dijo alguien que de momento comencé a estimar. Amparándome en la subjetividad, pienso que el truco está en la confianza. La que sientes por ti mismo. No soy mala persona, pero hay ciertas reservas. En fin, se amanece uno describiéndose.
Tampoco es que prefiera escribir para desfavorecer a alguien, sino que me pongo en el lugar de una persona que de repente abre el periódico (por aquello de vislumbrarme) y momentáneamente va abriendo sus ojos cuando nota que en él está su nombre impregnado bajo la doctrina del autor. Debe ser fuerte hacer de cuentas que alguien puso tu nombre y apellido en su escrito y, que lo que escribió sobre ti sea algo exagerado. Peor aún, que te tome de ejemplo y que además, haya colocado tu apodo. Ese que tanto odias.
Ese tipo de escritura es como el mercado negro, se vende como pan caliente aunque la transacción sea más cuidadosa que ir a un cajero automático a la media noche. Es como las novelas turcas, divierten. Lo ideal para dejarse acaparar por lo que nos gusta es organizarse. Hace poco tuve la extraña sensación de que debo hacer un cambio radical en mi vida y, a raíz de eso he hecho una lista basada en mi diario vivir, sobre las cosas que acostumbro hacer cada semana y noté, que hay algunas que debo dejarlas de hacer. He comenzado a desprenderme de lo que resultó en las primeras posiciones de esa lista, de ahí en adelante me he sentido bien. Es ahora o nunca.
Desde que me volví distinto respecto a mi vida social, no había tenido la oportunidad o, mejor dicho, no había sacado tiempo para pasearme por donde me paseaba. Recientemente lo hice y encontré un apego con mis propios gustos. Fue como habitar la parte existente poco utilizada que vive dentro de mí. Entonces, de un momento a otro, comprendí que siempre hay cosas que quiero hacer y que estarán esperando por mi impulso. Eso se llama visualizarse. Sin importar que la ponderación haya llegado antes y, con ello la rutina. Es visualizarse y punto. Añorar momentos de satisfacción en lugares armoniosos. Para eso, lo ideal es imaginarte siendo el dueño de lo que deseas que sea tuyo.
La semana fue intensa y como siempre, demasiado laboral. Parecía que no llegaba a su fin. Hasta que de pronto, una comunicación enviada por escrito al aparato electrónico que literalmente controla mi vida y -que antes de los cuchucientos nombres que tiene hoy en día- se llamaba Celular, dio un giro inesperado que resultó jugándome una buena movida. De seguro, no es lo más chévere que me ha pasado, pero reivindicó las ganas que tengo de hacer algo que estoy seguro nací para hacer y dedicarme a ello sin que me sienta defraudado de alguien que no sea yo mismo. Que si la ¨embarro¨, me desenvuelva solo sin que nadie me retribuya nada. ¿Cuál es la clave? Definitivamente la desconozco y ni me interesa averiguarla. Me fluyo con demasiado interés el hecho de ser espontáneo.
Hace un par de años, dije en una conversación con varios amigos, que yo era pésimo planificando cosas, juro que desde ese día me eché una maldición. Debí haber dicho, ¨soy el Muñoz Marín de la planificación¨ aunque se hubieran reído, era mejor a largo plazo. Suena un poco egoísta, pero cuando uno siente la auténtica necesidad de ponerse a crear algo, debemos crearlo sin importar que haciéndolo ignoraremos a alguien que desde el más allá nos extiende una calurosa invitación para desaprovechar el tiempo en cualquier bobería que se hace con amistades. No tuve que ir a escuchar ningún discurso diplomático para darme cuenta de que cuando la musa se me active, debo aislarme para aprovecharla. Me excita mi propia provocación cuando lo hago y que al final del día el resultado sea alentador para mí. No hay necesidad de ampararse en el halago de nadie para sentir satisfacción y actitud de victoria. Allá quien espere el reconocimiento de alguien sin siquiera conocerse así mismo.
He sentido felicidad y orgullo muchas veces, sin embargo, esa casi eterna sensación de contentura que se experimenta cuando nos dejamos llevar por la parte creativa de nuestro cerebro, resulta tan satisfactoria que hasta el hambre se nos puede olvidar por buen rato. Pregúntale a los escritores, a los compositores, a los arquitectos o, a los estudiantes si no les pasa. El sentir que hemos nacido con varios propósitos es una de esas cosas que más sentido de campeón (a) nos hace sentir. Solo con echarle un vistazo a las biografías de gente importante, nos daremos cuenta que nadie nace siendo rico y famoso. Con excepción de los hijos de los reyes y reinas de países europeos. Cada una de las personas que consigue éxito en su vida, han trabajado duro por ello. Un ejemplo de eso, y aprovechando su auge, es el actor de descendencia boricua, Lin Manuel Miranda, quien además de actor, se desempeña como: guionista, compositor y, hasta haciendo rap lo he visto, el tipo es multidisciplinario con basta formación para ejecutarlo. Él me motiva a seguir en busca de lo que realmente me haga sentir exitoso. Es uno de esos personajes que llegó a mi vida para enseñarme muchas cosas. Sin necesidad de matricularme en algún curso costoso que ofrecen las universidades de este país. Ojalá que Miranda grabe un disco (si es que lo ha grabado y no me entero) para ponerme a escuchar rap sin que nadie a mi alrededor se ofenda o pueda avergonzarse con la letra de la canción.
En fin, insisto en que nadie debe compartir mis puntos de vista o coincidir todo lo relativo a ellos, pero solicito ánimo para todos los que me rodean. Has lo que dicta la imaginación, llega hasta donde tu corazón te guíe, aprovéchate de la buena racha. Cree en ti e impulsa tus ganas de sobresalir, alimenta algo más que tu hambre ¿qué más? Tu Autoestima.