Que si pito que si flauta
- Contenido Autárquico / Gerry Onel Martínez
- 8 jul 2017
- 2 Min. de lectura

Hoy mismo empezaría a componer con estrofas desconocidas la canción que siempre he querido cantar, esa cuyo soniquete pareciera poesía francesa, aunque al final de cuentas tenga la intención de llegar al mismo hueco trillado de nuestros oídos. Pero como no sé cantar me conformaré con seducir mi sedentario intelecto tecleteando (me gusta más como se oye) líneas que aunque no todos entenderán podrán al menos atisbar gracias a Facebook. Por eso –aunque con pocas opciones- decidí sentarme en una de las tantas sillas que tiene uno de mis lugares favoritos en Santurce, y comenzar a hacer lo que por falta de tiempo no he podido realizar, para luego compartirlo con quienes a veces me leen. He comunicado antes que me resulta más fácil escribir sobre otros que de mí mismo, lo que nunca he comunicado es que odio el incompetente sarcasmo con el que se utiliza algunas frases y varios gestos para dejar claro un mensaje, pero lo odio cuando sale de otros y no de mí. Parece que soy egoísta. Al parecer es una de tantas cosas que hago mal o he venido haciendo mal de un tiempo para acá. Lo importante es que siempre hay alguien que hace poner mis pies sobre la tierra, aunque ande descalzo en el tendido eléctrico que para colmo queda guindando. Además de eso, tampoco soy la clase de persona que encuentra un efecto inocuo cuando siento de cerca un aislamiento de algo o de alguien al que se le aprecia.
Y qué sensación tan rara cuando se desmantela todo menos los recuerdos, cuando bajan el volumen de la mejor música, cuando pagamos y aún creemos que debemos, no pasa siempre pero basta con una sola para acojonar todo el sistema. Y si a eso se suma el hecho de que puede uno tropezar con algo o alguien que instantáneamente escalona el ánimo hasta que de manera súbita nos arrastra más que una borrachera de cualquier sábado en la noche, es cuando comprendemos el cliché del dicho ¨el remedio termina siendo más malo que la enfermedad¨. I beg your pardon pero, la atrevida acción popular de esperar a estar embriagado para soltar verdades me resulta acertada entre periodos de 24 horas después de la última copa, independientemente de que las verdades sean sucias o coloquiales. Al buen rato; o te echas la soga al cuello o, cavas tu propia tumba. Es como cuando nos dicen ¨llévate dos sacos¨, uno para ganar y el otro para arruinar la existencia tres noches corridas. El tipo de acciones que amerita una foto con una de esas personas a las que imaginas cagando y se te desmorona el día. Por mencionar un ejemplo hipotético para no excluir de la escritura ese tipo de costumbre. Lo bueno de las cosas malas es eso mismo, que suceden. Luego nos acostumbramos y aprendemos a vivir con ello volviéndonos más fuertes y llenos de experiencias. Y así sucesivamente, tú allá, yo acá, pero ambos en el mismo lugar aunque con distintas direcciones. Mojados como el interior de un pito cansado de hacer ruido y tan vibrantes como el bisel gastado de una flauta que a veces canta y a veces se calla.
Digan lo que digan, que si pito que si flauta, tu convicción es la que cuenta.