top of page
Buscar

Ahuyentao

  • Contenido Autárquico / Gerry Onel Martínez
  • 23 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

Literalmente el niño y yo...

Antes que nada, lamento si he tardado en provocarles lectura, he estado haciendo otras cosas que me encantan. Ante todo, me tranquiliza saber que varios de ustedes me han dejado claro quiénes son alguno de sus escritores favoritos. Y como sigo a varios, sé que andan muy metidos en sus respectivos blogs porque se la han pasado tecleando.

Pues ahora, les digo la -hasta ahora- última coexistencia con un niño.

Qué sorpresas las que salen de la boca de ellos…

De la nada se dio un encuentro con un chamaquito que caló hasta lo más hondo de mi temple.

Su intrépida forma de preguntar cada una de las irreflexivas cosas que se le ocurrían, me puso a mirar para cada lado buscando el sitio donde debía encontrarse alguien grabando las mil caras que yo ponía cada que el niño fruncía con una rapidez olímpica todo lo que en relieve se destacaba de su cara. Él no me hablaba a mí pero, bastó con que respirara mi mismo aire para fatigar mi sistema y el de todos los que estaban en aquel vestíbulo.

A primera vista, sus redondos cachetes morenos me causaron una auténtica sensación de ternura que hasta ganas de apretar me dieron. Como yo estaba allí primero que él y, la entrada quedaba justo en frente de mí, lo recibí con una enardecida sonrisa que segundos después me devolvió con un detenido en seco, seguido por un susurro así como: ¨los hombres no tienen el pelo largo¨. Ante eso, me quedé petrificado y levanté mis cejas lo más que pude, acto seguido, continuó su marcha acercándose ligeramente a mí y, como psycho profesional se mantuvo mirándome fijamente el entremedio de mis ojos sin sonreír ni siquiera de medio lado. Finalmente, pude reaccionar y le solté en tono sensato: ¨es que soy Jesucristo¨, y sin gota de discreción soltó una carcajada. Lo saludé con una sonrisa kilométrica y con gusto le abrí paso para que se marchara.

Sin treguas ni arrepentimientos, fue justo después de aquél momento en que me convencí de que no debo confiar en nadie. Ni siquiera en la gente que me presentan mis personas favoritas; tampoco en las que comparten, comentan y quedan in love con las cosas que de vez en cuando subo a mis redes sociales, que de social lo tienen todo: lo comunitario, lo colectivo, lo general y hasta lo benéfico. Me encanta conocer gente nueva y crear lazos afectivos, soy muy conversador y tengo el defecto de creer que todos entenderán mis issues o sentirán apego por mi forma de pensar. Por esa razón, practico la prudencia. Lástima que no todos tienen la gratuita capacidad de reconocer la imperfección y reflexionarla desde su comodidad. Sobra tiempo para la introspección. Sin embargo, el trajín domina los instantes.

Con todo y eso, sobraban ganas para que la diversión comenzara.

Ya con mis diligencias resueltas, salí de aquél lugar convencido de recuperar mi tiempo libre para hacer lo que me diera la gana. Primeramente, quería tomarme una botella de agua fría para sentir algún tipo de sensación de recompensa por gestionar responsabilidades que incumben cuando uno llega a la edad en donde los días libres llevan una agenda incluida. Después de bajar 22 escalones me topé con la máquina expendedora de agua e hice lo que correspondía, de pronto, un ruido para nada confiable se apoderó de aquél cuartito y también de mi paciencia, la botella se trancó y no quería bajar. Luego de unos segundos, escucho una pronunciación exacta en inglés y era nada más y nada menos que el pequeño cachetón de humor pesado, que me gritó algo así: ¨it´s time to hit this, are you ready¨ y sin que yo contestara él continuó; ¨ok I suposed¨, luego le pegó a la máquina y bajaron dos botellas de agua. Yo seguía incrédulo, creí que al verme en aquella situación me diría algo como; ¨anda, haz que esa botella salga, eres Jesucristo¨, pero no, de hecho, le ofrecí una y la negó porque solo tomaba refresco. Él se marchó, yo hice lo mismo, pero concluí que ese niño es un genio, o sea, nunca fue gentil, solamente reaccionó. Y así se ganó mi respeto, a pesar de mi esfuerzo por decirle dos o tres… Increíble, salí de allí ahuyentao.


 
 
 
​Sígueme en Facebook
  • Facebook Basic Black

© 2023 por "Lo Justo". Creado con Wix.com

bottom of page