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Letargo Involuntario (Cortometraje)


Sinopsis: Emmeth es un niño que odia el lunes por la mañana, pues sabe que tiene la obligación de prepararse para ir a estudiar.

Premisa: La mayoría vence a la minoría.

Personajes: Emmeth (protagonista), mamá, papá, compañeros de escuela, figuras celestiales (bailarinas).

Origen y concepción de la idea: En el año 2013, trabajé como productor del departamento de desarrollo de la institución sin fines de lucro y, también escuela para niños con distintas limitaciones: SER de Puerto Rico. Allí también estudiaban algunos hijos de empleados, quienes en su mayoría no tenían ninguna limitación. Ellos eran muy bien recibidos por los demás compañeros, sin embargo, para mí fue sorprendente ver cómo los niños excepcionalmente normales, lucían extraños entre tanto niño con distintas condiciones. En ese momento, entendí que cuando el ser humano está en mayoría bajo su condición humana, es quien manda. Es decir, hay ventajas cuando un sector de la población es más grande que otro.

De qué trata el cortometraje: La historia representa; el miedo, la inseguridad y la insatisfacción de un niño que es constantemente mortificado por sus compañeros de escuela quienes tienen características físicas muy distintas a las de él.

Investigación: El tema de niños y personas con discapacidad o autismo no es desconocido para mí. Durante dos años trabajé en la institución sin fines de lucro más importante de Puerto Rico, que busca hacer que estas personas tengan igual oportunidad en vivir; aprender, trabajar y recrearse, fomentando al máximo su potencial en forma independiente, productiva, participativa y autosuficiente.

Línea argumental: Mientras está en su casa, aparenta ser un niño feliz, de esos que bajan y suben las escaleras de adentro de la casa sin ninguna dolencia ni sentidos de responsabilidades, a menos que no lleguen a preparar su objeto más deslucido. Ese es Emmeth. Cada mañana es una lucha polivalente, entre él, su madre y todo lo que tiene que ver con la escuela. A las siete en punto de la mañana la guagua escolar recoge a Emmeth. Una vez dentro del autobús, comienza su segunda lucha, atravesar el pasillo del bus para conseguir un espacio acogedor. Como es costumbre, el autobús va lleno de estudiantes con algún tipo de limitación física y/o mental. En la primera fila, se le negó acoplarse de inmediato. En la segunda, se le miró como si fuera una especie de criatura transparente, de esas que no se ve ni se siente. En la tercera y en la cuarta fila practicaron el mismo pláceme. En la quinta fila un chico le colocó impropiamente una de sus muletas y Emmeth calló al suelo del autobús. Finalmente, en la décima fila un caballerito de ojos grandes sacó su mochila para hacerle espacio. Supongo que de la sexta a la novena fila hubo mucha risa; vergüenza y varios empujones. Curiosamente fue el asiento perfecto porque Emmeth pudo voltearse y levantarle la ceja a su mamá, quien lo despedía con un gesto parecido al que hacen las reinas de belleza. El que acomoda perfectamente cada dedo de la mano y paraditos todos se contonean al ritmo de la muñeca. Al bajarse del autobús escolar, lo primero que hace es respirar hondo y hacer el primer esfuerzo para llegar al salón de clases. En el fastidioso trayecto, Emmeth es víctima de insultos, bromas enfadosas, e incluso golpeado de vez en cuando. Sin embargo, esta vez se juró que no terminaría llorando arrinconado en el baño, con uno de los asquerosos zafacones encima de él. Se prometió que reaccionará en defensa de sí mismo. Cansado de los abusos de sus compañeros discapacitados, practicó en la soledad de su habitación la manera en que reaccionaría. Y precisamente así lo hizo cuando inesperadamente se vio acorralado por varios compañeros, gran cantidad de metales, enormes ruedas delgadas y ¨PUM¨ un fuerte cantazo en la nariz que aparentemente fue su último recuerdo antes de entrar en un atolladero trance que acabó con su ensayada acción valiente. Su ejecución de defensa nunca salió de su mente aunque él habría querido hacerlo. Tendido en el suelo, recordó su melodía favorita y se imaginó corriendo delante de un ejército de personas discapacitadas que en sus sillas de rueda, muletas y andadores le perseguían para golpearle e insultarle, todo por ser el niño diferente del colegio. También, se imaginó corriendo tan rápido que nadie pudo alcanzarlo. A medida que la canción llegaba al clímax musical, cuatro contoneantes figuras humanas bailaban alrededor de él formando un círculo ligeramente inspirador destellando melodías con voces celestiales las cuáles denotaban ser parte del inesperado trance que en ¨5, 4, 3, 2, 1¨, desapareció cuando la alarma marcó las cinco a.m.

A esa hora -típicamente– su madre lo levantó, lo desarropó y lo acomodó perfectamente en su sillón de ruedas, luego comenzó a prepararlo para la escuela. En cuestión de una hora, Emmeth bajaba por el elevador salva escaleras mientras su madre sonrojada le esperaba con la merienda en mano. En ese momento, el autobús escolar también esperaba pacientemente a que aquella señora elegante saliera de su casa empujando aquella silla de ruedas que cargaba al niño más peculiar de la escuela. El único que no hablaba, que no caminaba y que solo podía levantar la ceja para despedirse de su madre y comunicar algún malestar. En cuestión de minutos, todos los alumnos ¨normales¨ sin ningún tipo de limitación murmuraban aquejados por lo lento que aquél aparato de metal subía al niño diferente quien no tenía más remedio que lidiar con la situación.

Fin.


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